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ANÁLISIS SEMÁNTICO

ANÀLISIS SEMÁNTICO

 

Dentro de la lingüística, y esto lo saben todos los estudiantes que estudian o han estudiado la asignatura de Lengua, tenemos diferentes tipos de análisis, o estudio analítico, de las palabras, es el análisis morfológico, por la forma de cada palabra y sus características propias, análisis sintáctico, que analiza las palabras por la función que hacen dentro de la oración o frase, también cabe un análisis fonético en el cual se estudian los sonidos que efectivamente se pronuncian en cada palabra y en cada oración, pero queda bastante olvidado, quizás por considerarlo demasiado obvio, el estudio de los significados, ya sean de las palabras que, cuando no se dan por conocidas se hace una pequeña definición del significado de la palabra. Este tipo de estudio, también llamado léxico, tiene especial interés cuando se trata de traducir la palabra a otras lenguas o desde otras lenguas, o cuando tiene un significado bastante complejo, con diversas acepciones que se necesita estudiar para conocer los motivos de esta diversidad semántica cuando se parte de una única palabra.

 

Este tipo de estudios se complica cuando se quiere hacer un estudio diacrónico y conocer el origen de la palabra, y su posterior evolución, muchas veces con cambios fonéticos en la pronunciación y escritura de la palabra. Por eso el estudio semántico de la palabra se complica si, además, queremos conocer sus orígenes y evolución. Además del estudio de la palabra, también es necesario hacer un estudio semántico de las partes de las palabras, para distinguir su parte invariable o lexema, y las partes variables o morfemas, así como los afijos. Los morfemas son variables en función de variables que afectan a las palabras como son el género, el número, el caso, etc. En cambio los afijos, añadidos al significado de la raíz o lexema de la palabra no son variables pero tampoco se pueden considerar núcleos semánticos de la palabra, y ocupan un lugar complementario significativamente hablando.

 

Tanto el estudio de las raíces como de los morfemas y afijos, actualmente, no es un estudio analítico, pormenorizado, sabiendo o intentando saber cual es el significado de cada partícula, y como esta modifica o complemente la raíz, en unión de las otras partículas y sus significaciones correspondientes que forman parte de la palabra. Este tipo de estudios solo llega a distinguir aquello que es más evidente, hacer un poco de análisis para separar aquellas partes, que, como en el caso de los morfemas, son del todo evidentes por su variación. Por ejemplo, dentro de la palabra “cas-a-s” aparecen “cas-” como raíz, “-a-” como morfema del género de la palabra, en este caso género femenino, y “-s”, como morfema del número plural en general en todas las palabras.

 

Otros análisis y particiones más profundas no se hacen ya que se ignoran en muchas palabras los significados que pueden tener ciertas partículas, incluso de las mismas raíces de las palabras. El significado siempre se le atribuye a la palabra completa, y no a cada parte, ya que, de lo contrario, esto nos llevaría a un mundo sub-léxico, de análisis de las partes y no de las palabras, estudio que nos podría comportar muchas sorpresas, y en el cual este estudio si piensa entrar.

 

De hecho las palabras las podemos encontrar escritas, las partes, sin las palabras, no las encontramos casi nunca. Pero es ineludible entrar en el tema, sumergirnos en este mundo sublingüístico, analítico, de la misma manera que cuando estudiamos los fonemas, y llegar a estos fonemas de la mano del significado y no del simple sonido.

 

  1. Esbozo de una teoría ya planteada.-

    Ahora no entraré a exponer una teoría que ya he planteado y explicado en otros trabajos, y en la cual concluyo que cada fonema tiene un significado. Ahora, tan solo pretendo hacer un estudio semántico analítico, o diversos de ellos, para poder dar a entender al lector como se debería y es posible dividir las palabras, estudiar sus partes, las relaciones entre estas partes, como el significado final de la palabra se nutre de los significados de cada parte de la palabra, y como se relacionan las partes fijas o lexemas, con las partes morfemáticas, o también llamadas gramaticales, que expresan categorías de palabras, como son los morfemas verbales, sustantivos, etc.

     

    Creo que este tipo de análisis nos acerca al origen de la lengua, a la manera como se formaron las palabras, y también nos acerca a otras lenguas que comparten raíces comunes, que comparten partículas con significados comunes, o como, muchas veces dentro de un significado común cada palabra y cada lenguas hace una aplicación diferente, lo que decimos son acepciones que puede adoptar una misma palabra, y, en este caso, una misma raíz o partícula.

 

Por ejemplo, la palabra “a”, que para nosotros es la preposición primera, la “a”, con una gran diversidad de aplicaciones, pero que, más o menos, significa la dirección externa hacia la cual nos movemos o dirigimos, también la encontramos como partícula morfemática en nuestra lengua castellana como morfema típico del género femenino: de “gat-o” obtenemos cambiando el morfema género “gat-a”, con el morfema “-a”, habitual para formar los femeninos. Otras veces encontramos a la “a” haciendo funciones de prefijo, acompañando nombres y verbos, a los cuales les da este significado primigenio, que hemos visto cuando hablaba de la “a” como preposición, de dirección, de intencionalidad, de finalidad, y también de manera. Por ejemplo, la palabra “a-cuerdo” proviene de la palabra “cordis”, 'corazón', que ha derivado en palabras como “cordial”, “concordia”, etc. A este palabra, ya de origen latino, se le ha añadido el prefijo “a-” con este sentido de manera o intencionalidad, es decir, la finalidad hacia la cual se va o se ha llegado, a estar con el mismo “corazón”, con el mismo sentimiento. Otro ejemplo seria el verbo “a-proximar”, donde el prefijo “a-” da este matiz de llegar o querer llegar a estar próximo, de ir en esta dirección que es la proximidad. Quizás con haber dicho “proximar” el oyente ya hubiera intuido que se trataba de llegar a estar próxima, pero esta “a-” inicial le da este pequeño matiz psicológico de dirigirse, de no haber llegado aún, de ser una intención, un objetivo, una finalidad hacia la cual vamos. Otras veces este prefijo “a-” inicial proviene de una palabra griega, donde la “a-” o, a veces “an-” cuando la palabra prefijada comienza con vocal, quiere significar negación. Por ejemplo, “á-tomo”, formado por esta partícula “a-” que podemos traducir como “sin”, y “tomo”, palabra griega que significa “parte”, “trozo”, y, por lo tanto, “átomo” viene a nombras aquello que no tiene partes, que no tiene trozos, que no podemos dividir en más partes.

 

Hasta ahora vemos para la palabra y partícula “a” unos mismos significados, que podríamos generalizar con el sentido de aquello “externo”, hacia lo cual nos dirigimos o está una cosa. Pero el morfema “-a” del género femenino, y la partícula negativa, procedente del griego, “a-”, nos trastoca esta teoría mía que pretende dar a cada fonema un solo y único significado, del cual se derivan todos los demás significados, como derivaciones o ramas del primero y originario. Muchos lectores podrán afirmar que esto prueba la teoría hasta ahora aceptada de la convencionalidad del signo, y que aun menos las partículas morfemáticas tienen un significado concreto, que están vacias de contenido semántico. Por esto, concluyen, encontramos palabras iguales con significados muy diferentes, son los conocidos casos de homonímia que prueban la separación entre los dos planos, el del significante y el del significado.

 

Creo en las casualidades, pero muchas veces las casualidades solo son producto de nuestra ignorancia, el no saber, por ejemplo, porque dos palabras iguales se nos presentan con dos significados muy diferentes. Volviendo al caso del prefijo o partícula “a-”, que en griego significa negación o ausencia, este era una de las formas de expresar negación, y lo era porque expresaba una cualidad del objeto que no se encontraba en su interior, sino fuera, y, por lo tanto, ausente de la palabra. En el caso de “á-tomo”, “tomo” seria una cualidad que no se encuentra en aquella cosa, sino fuera de ella, ausente, un poco como nuestro “ab-” o “au-” de “au-sente”, antagónico con “pre-sente”. “Á-tomo” seria aquello que no tiene parte, porque la parte, partición o división, son cualidades que están ausentes, fuera de aquella cosa o objeto. Creo que es una forma más de formar las palabras negativas, que también se recoge en otras lenguas como en el inglés i alemán actuales. “Un-sicher”, 'inseguro' en alemán es pronunciado casi como una “a” o vocal netra (an-). Así podemos comprobar que desde el griego hasta las lenguas germánicas comparten el mismo prefijo negativo, en base a la vocal “a”, para formar su prefijo negativo equivalente a nuestro “in-”, con significado inverso, pero de resultado igual a “an-” o “un-”.

 

Respecto al morfema de “-a” que expresa el genero femenino no estoy tan seguro de la explicación que voy a dar, pero la doy como una posibilidad. Antiguamente la “-a” pospuesta era el artículo, tal y como aun hoy lo vemos en el vasco actual, y también era el articulo celta, pero este pospuesto, y que ha quedado como articulo indeterminado del inglés. Este articulo entro en contradicción con otras palabras como “on/un” que venia a expresar lo mismo que nuestro articulo indeterminado “un”. Una vez hubo una mezcla de lenguas y de tradiciones lingüísticas, especialmente despues de la disolución del imperio romano, se simplifico los dos artículos importantes, uno acabado en “-a” y el otro en “-o” para utilizarlos como diferenciador de los dos géneros, dejando “a” para el femenino, ya que la tradición latina y griega parecía dejar esta vocal para el femenino, y “o” para el masculino. Es una explicación no semántica sino más bien utilitaria que normalmente las lenguas adoptan para resolver ciertos problemas de choques de tradiciones lingüísticas diferentes.

 

Otros usos y funciones del fonema “a” lo encontramos en el vasco “-a”, como partícula pospuesta, tal y como es habitual en el vasco, y que da lugar al articulo determinado, equivalente a nuestros “el”, “la” o “lo”. Como ya he citado en el parágrafo anterior, las lenguas celtas también utilizaron este fonema “a” para formar su articulo determinado, pero en este caso ante puesto. La función de “a” como articulo, ya desde muy antiguo, se debe, según creo, a que es una forma de concretar el lugar donde se halla una cosa, una determinación del lugar que ocupa, siendo la “a” la más adecuada para significar un lugar externo, pero visible a los parlantes. El articulo determinado concreta el nombre común, utilizable para todas las cosas, y, por lo tanto, precisa el significado para un caso concreto que se sitúa fuera pero cercano a los interlocutores. Seria este articulo muy equivalente al demostrativo, un indicador del lugar en que se encuentra, y esto se refuerzo con la palabra que en vasco se da al demostrativo de lejanía: “har”, 'aquel', 'aquella', que muy fácilmente debió transformarse en “ha”. Veamos un par de ejemplos de articulo determinado, en vasco y en bretón: “etxe”, 'casa', “etxe-a”, 'la casa', i “lizer”, 'carta', “a lizer”, 'la carta'.

 

  1. Ejemplos prácticos de los análisis semánticos de las palabras.-

Todas las palabras se pueden analizar semánticamente, hasta las más cortas, como hemos visto en el caso de la palabra “a”, pero las que más habrían de serlo son aquellas tan largas que están compuestas de diversos prefijos y sufijos, como puede ser, por ejemplo, “re-pre-sen-ta-ci-ón”, con nada menos que dos prefijos y 3 sufijos que se amalgaman, aglutinan o conjugan, como queramos decirlo, a la raíz central “sen”, aunque esta supuesta raíz invariable también podría ser analizada, si se tratara de un derivado del verbo “ser”, como en “e-sen-cia” o en “pre-sen-cia”. La división de “sen” se podría ejecutar en dos partes: “s-” raíz del verbo “ser”, y “-en”, que seria un morfema igual o similar a los gerundios activos del tipo “sali-ente”, o “vig-ente”, etc.

 

Solo me quiero referir a 3 o 4 raíces y sufijos (morfemáticos o no), que nos puedan permitir, a modo de muestra, la metodología utilizada y los resultados conseguidos en base a este análisis, y como estas partes analizadas nos permiten afrontar muchas otras palabras, donde también intervienen estas mismas u otras partículas.

 

  1. Las palabras acabadas en el sufijo “-dor” o “-tor”.-

 

Si observamos nuestro léxico hay una gran cantidad de adjetivos, muchas veces que actúan ya como sustantivos, que acaban en la terminación “-dor” o “-tor”, y que expresan una característica, la que acompaña a este sufijo, atribuible a una persona o sujeto, es decir, a un nombre, y, por lo tanto, tiene el carácter original de ser un adjetivo. Veamos unos pocos ejemplos de los muchos que hay:

  • gana-dor

  • regi-dor

  • salva-dor

  • servi-dor

  • subi-dor

  • corre-dor

  • cola-dor

Como podemos ver, todas se forman añadiendo la terminación “-dor”, de un etimológico “-tor”, que pocas veces ha perdurado hasta nosotros (vic-tor, rec-tor, pas-tor, etc.). La palabra que actúa como raíz suele ser un verbo, y a partir de esa acción que expresa el verbo se añade “-dor” con el significado de 'el que hace' más el verbo que acompaña en infinitivo, al cual se le ha extraido la “-r” final del infinitivo. Así, de “corr-er” obtenemos “corre(r)-dor”, de “vol-ar”, “vola(r)-dor”, de “salt-ar”, “salta(r)-dor”, etc., etc. Su sencillez y facilidad de formación hace que sea aun hoy un formador de nuevas palabras, con total actualidad y viveza, continuando la formación de nuevos adjetivos simplemente con el añadido al verbo. Tenemos formas no implantadas pero creativas como del verbo “poemar”, “poema-dor”, en lugar del habitual “poeta”, o “termina-dor” para aquel que acaba algo, aunque no este seguramente reconocido por la Real Académia de la Lengua Española.

 

Dejando aparte la inmensa potencia de este sufijo y su total vigencia en el habla de hoy, creo que es necesario ver que no siempre califica a un actor, sino, y sobretodo, que se trata de cosas que padecen aquella acción en los lugares donde se realiza la acción. Me refiere a nombres, ya más que adjetivos, como: “come(r)-dor”, “colga(r)-dor”, “borra(r)-dor”, etc., y cuando se trata de artículos femeninos solo es necesario añadir la “-a” final correspondiente a este género: “bati(r)-dora”, “caza(r)-dora”, “sella(r)-dora”, etc.

 

Este prefijo que habitualmente es reconocido pero al cual no se le buscan sus orígenes, fácilmente puede ser relacionado con la desinencia del tiempo verbal del futuro latino, acabado en “-tur” en la mayor parte de las personas verbales, pero especialmente en la tercera personal del singular y del plural. Su traducción seria: “-tur”, 'ha de ser', de la misma manera que aun nosotros hacemos en el futuro, como una obligación de la que se debe o “ha” de hacerse, añadiendo el verbo “haber” al final del infinitivo, como en “comer-ha”, que ha evolucionado a “comerá”, o “comer-hemos”, devenido a “comeremos”, etc. Por lo tanto, “-tur” seria aquel que ha de … , ya que tanto su valor puede servir para el que es actor, como para aquel que es paciente, tanto para el que ejecuta la acción como para el que la recibe.

 

De hecho la voz pasiva latina también forma mayoritariamente sus formas con esta terminación, “-tur”, 'el que ha de ser', y, en consecuencia, es un sufijo con un marcado valor pasivo y de futuro, de obligación. Pensemos que la misma palabra “fu-turo” no deja de ser más que una forma verbal del verbo “ser”, que por tener una raíz totalmente irregular presenta formas iniciadas en “fu-”, que junto al sufijo que estamos comentando, “-tur”, forma el nombre del tiempo “fu-turo”, es decir, 'el que ha de ser'. Tanto si tiene, pues, un carácter pasivo, por la presencia de un fonema del verbo “ser”, como si solo lo es del tiempo futuro, “-tur”, “-tor” o “-dor” deriva de esta construcción latina.

 

No obstante, si uno quiere indagar un poco más, y ir a sus raíces etimológicas más hondas, nos podemos preguntar: ¿por qué el latín formó estas desinencias con estos tres fonemas: “t-u-r”? ¿Es algo casual o convencional, sin ningún sentido o significado? Para ello debemos recurrir al vasco y a dos de sus verbos básicos y fundamentales, el verbo “izan”, 'ser', y el verbo “ukan”, 'haber'. El primero tiene una raíz “-iz” que representa el núcleo del verbo, su lexema, y el segundo, queda en su despliegue verbal, reducido a “-u-”, como en sus múltiples y variables formas: “d-u”, 'el tiene', “d-u-gu”, 'nosotros tenemos' o 'hemos', “n-u-en”, 'yo tenia', etc.

 

Esta “u” de “u-kan” parece tener este significado: 'lo que se tiene', 'aquello que uno tiene porque lo ha realizado, lo ha acabado', o 'aquello que uno tendrá porque tiene la obligación o la naturaleza de realizarlo'. En el caso del verbo “iz-an”, la raíz “itz” a veces queda reducida a “tz”, evolucionando o bien hacia la “t” o bien hacia la “s”.

 

Si unimos las raíces de los dos verbos, “izan” y “ukan”, que serian “t-” y “-u”, nos daría un resultado significativo, semántico, del tipo: 'ha de ser', o 'ha sido', según sea activo o pasivo, con sus matices futuro o pasado que puede adoptar el verbo “ser” en su representación “-t-”. De hecho, como ya hemos visto al hablar de los diferentes casos donde encontramos el sufijo “-dor”, hay casos donde el sentido activo es muy claro (“vence-dor”), pero también los hay donde el carácter pasivo es patente (“borra-dor”), aunque predomina con diferencia el carácter activo del sufijo “-dor”. Solo nos resta averiguar cual es el significado del último fonema, “-r”, que creo podría ser atribuible a un morfema de 3a. Persona, o a un artículo que después evoluciono a “-l” (illo, al-, etc.), con lo cual tendríamos el significo de 'aquello', 'ello', 'el', 'la', 'lo', para este fonema, aquí morfema de pronombre personal. De esto podemos deducir que casi siempre la forma “-tur” sea la escogida para la tercera persona del verbo.

 

En resumen, “-tur” latino forma tanto el futuro como la forma pasiva. Su formación se base en la aglutinación o suma de tres elementos:

  • el fonema “-r”, como fonema final aducido para el sujeto de la acción, en este caso una persona ausente, la tercera persona, con una traducción aproximada de 'aquello', 'ello' 'él',...

  • el fonema “u”, fonema intermedio, procedente de la raíz del verbo “ukan”, 'tener o haber', que significaría esto mismo: 'haber', y relacionándolo con la tercera persona, 'ha'.

  • El fonema “t”, fonema modificado de la raíz del verbo “iz-an”, 'ser' o 'estar',, que en ciertos casos adopta esta forma en “t”, procedente de una pronunciación original en “tz”. Su valor etimológico no puede ser otro que 'es'.

La lectura conjunta de los tres fonemas, en el orden que aparecen: “-t-u-r” no puede ser otra que, en sentido inverso al que aparecen, 'aquello que ha de ser', que añadido al verbo o nombre que acompaña habitualmente este prefijo, nos daría una explicación, por ejemplo para el verbo “salvar”, 'aquel que ha de ser salvado o salvación', con lo que tendríamos tanto su valor pasivo como activo. Otro ejemplo, con el verbo “ganar”, “gana-dor”, 'aquel que ha de ser ganancia', atendiendo a su carácter activo. La lectura de las partículas aglutinadas en una raíz o morfema, siempre se deben leer en sentido inverso al que aparecen, de forma que las partículas últimas son las nucleares, y las primeras la complementarias o determinantes de las últimas. Es una regla que se da siempre o casi siempre en la formación de la palabra.

 

 

  1. El sufijo “-dura”.-

Parece que “-dura” y “-dor” sean dos sufijos relacionados, ya que el segundo solo difiere en una “-a” final que no tiene, y en un cambio de la “o” en “u”, que creo totalmente anecdótico, sin ningún contenido semántico, ya que la vocal “o” y la vocal “u”, en un nivel más antiguo, no tenían ninguna diferencia semántica, y representa la misma diferencia que hoy podemos establecer entre la “l” yla “ll” o la “b” y la “v”, o la “t” y la “d”.

 

En el plano semántico, así como “dicta-dor” es un adjetivo que cualifica al que dicta, “dicta-dura” seria atribuible a la acción, al resultado de la acción de este “dictador”. Por lo tanto parecen ambas palabras, dictador y dictadura, partir de un origen muy próximo para las dos, y a la cuales solo las separa esta última vocal: “-a”, añadida a la otra palabra. Esta relación se mantiene en muchas otras palabras: vola-dur-a, de vola-dor, borra-dur-a, de borra-dor, parti-tur-a, de parti-dor, impos-tur-a, de impos-tor, torce-dur-a, de torce-dor, etc. No son muchos los casos en que hay un paralelismo entre los dos sufijos, incluso hay muchos nombres que parecen venir de verbos muy antiguos, como calen-tur-a, de calentar, quizás de un verbo “cal-ar”, “calen-ar”, o la palabra estruc-tur-a, de estruc-tur-ar, o más primario “estrug-ar” o “estruct-ar”, o la palabra cos-tur-a, de cos-er o “cost-ar”. Como podemos ver la relación, aunque existente, ha sufrido cambios que hacen que la posible relación entre los dos sufijos haya quedado olvidada y no haya sido estudiada.

 

Antes, casi al inicio, al hablar de la palabra “a” y sus variadas funciones, recalcaba la significación básica de la “a” como 'aquello exterior'. Una vez establecida que de una acción surge un resultado visible, una acción hecha, como de “pastar” sale la “pastura”, tanto referido a la acción constante de pastar como a los pastos en que se pasta, vemos que en todos los casos de presencia de este sufijo “-tura” o “-dura”, esta “-a” final añadida es la forma de reflejar el resultado de la acción, o mejor dicho, de la acción del actor. El “ac-tor”, en su trabajo o “ac-ción”, obtiene un resultado, una obra, o lo que diríamos con un neologismo “ac-tura”. La “pas-tura” es el resultado de “pastar”, la “mon-tura” de “montar”, o la “morde-dura” de “morder. En todos estos casos podemos comprobar, una vez más, que la “-a” final representa el 'exterior', y, en consecuencia, la “obra” o “acción realizada”, algo que ha quedado visible, exterior, como resultado físico de la acción.

 

Con esta visión transversal de la vocal “a” se puede ver que cada fonema participa, tanto a la hora de formar raíces invariables, como en el momento de formar parte de afijos, también invariables, o como parte variable de los afijos variables o morfemas, según las circunstancias y las necesidades formativas y funcionales de cada lengua.

 

 

5 La desinencia del participio verbal “-t/-da”.-

 

El participio de pasado, llamado en latín forma supina, es una forma verbal ampliamente utilizada por todas las lenguas romances para formar las formas verbales compuestas, siendo el participio pasado la forma, también llamada “perfecta´”, común a todos los tiempos compuestos, formados con el verbo auxiliar “haber” más la desinencia de la forma verbal latina de supino acabada en “-tu”, con variantes en función del género, ya que es una palabra que actúa como adjetivo, y se conjuga en función del género del sujeto, sea masculino, femenino o neutro. No obstante, dejando a parte los morfemas referentes al género, tenemos una base común que es “-tu”, de la cual ha derivado el “-do” del castellano, o el “-t” del catalán, o el “-é” del francés, ya que la “t/d” del participio original es elidida en francés, cosa que también pasa en el castellano coloquial: “comi(d)o”, “baila(d)o”, …, que al final de la evolución fonética solo quedaría la “-o” o la “-a” para el femenino, acentuadas, como morfema del participio, tal y como ya ocurre en el francés hoy dia.

 

El participio pasado se llama “perfecto” porque describe una acción ya realizada, y de aquí el sobrenombre de “perfecto”, es decir, “por hecho”, que se da por realizado, por hecho. El origen del morfema de la forma supina en latín, “-tu”, es necesario ir a buscarlo, tal y como lo hemos hecho antes para el morfema “-tur”, en el idioma vasco, que contiene unas raíces mucho más antiguas, y que aun son vigentes en el vasco actual. En el latín hace falta separar este morfema en sus formas compuestas, aunque para la mayor parte de los latinistas “-tu” no sea ninguna forma compuesta, sino simple.

 

Tal y como decía para “-tur”, la “-u-” proviene de la raíz del verbo “haber”, “ukan” en vasco, que tiene una simplicidad total: “u”, y que yo asocio con el fonema “o/u” como único fonema significativo del que se han derivado tanto la vocal “o” como la “u”.Así pues este fonema “o/u” asume el valor y significado del verbo “haber”. “Haber” o “tener” está unido a la “t-” inicial del morfema “-t-u”, fonema que representa a una de las variantes de la raíz del verbo “ser”, “izan” en vasco. Dejo para otro trabajo el poder demostrar como de la raíz de “izan”, “itz”, salen variaciones hacia la “z”, hacia la “tz”, hacia la “s” y incluso hacia la “t/d”, como es en nuestro caso.

 

Todas estas variantes de la raíz “itz” son variantes fonéticas lógicas, más si tenemos en cuenta que el sonido compuesto “tz” es de difícil pronunciación, y fácilmente se desdobla y evoluciona ahacia otros sonidos más sencillos. Solo hemos de pensar en los verbos “garant-iz-ar”, que en catalán se hacen con la intervención de la “-tz-”, garant-itz-ar, y que en algunos verbos no forma el verbo con “-z” sino con “-t-”, como en “facil-it-ar” o “habil-it-ar”.

 

Así tenemos que en la formación del supino intervinieron ambos verbos auxiliares y fundamentales: “u-kan”, 'haber o tener' y “iz-an”, 'ser o estar', presentes en sus raíces mínimas “u” y “t” El significado de “-tu” seria algo así como 'ha sido' o 'ha de ser', aunque por el carácter perfectivo del supino seria más apropiado el 'ha sido', que por el hecho de contener el participio del verbo “ser”, “sido”, ya le da ese carácter de cosa realizada. Creo que lo más importante es recordar a “u” como 'aquella que se tiene', por lo cual ya denota alguna cosa que ha acabado, y, por la otra parte, el hecho de “ser” da al verbo al que se conjuga un carácter pasivo, no de algo que se hace, sino que se ha hecho, que ha sufrido la acción de ser hecha. De aquí el carácter pasivo de todos los participios, que coincide con los objetos sobre los cuales ha recaído la acción: de “com-er”, alimento “comi-do”, de “sub-ir”, montaña “subi-da”, etc.

 

Es un adjetivo pasivo que nos explica como ha sido la acción que ha sufrido el objeto de la acción. Este “t” o “d” es la que la da su carácter más definitorio, ya que muchos adjetivos, sin ser femeninos, desde tiempos inmemoriales han estado formados con “-a” final, en lugar de “o/u”, lo que nos lleva a reconocer como más esencial del participio al fonema “t” y de la variabilidad del morfema “u” que a veces puede variar con el morfema “-a” como hemos visto en este último caso. Finalmente tanto la “o/u” como la “a” se han adaptado al morfema de género, masculino o femenino, según el género de la cosa cualificada. Pensemos en los participios del tipo: “pos-ta”, en la que la “-a” final no representa a ningún género femenino, o en los participio “sali-da”, o “subi-da” o “baja-da” o “comi-da”, etc., palabras todas ellas que ya han dejado su valor adjetivo para convertirse en verdaderos nombres, “la comida”, etc.

 

En estos casos la “-a” final de estos participios más lejanos, podemos atribuirla a la misma explicación que la “-a” final de palabras como “dicta-dur-a”, frente a “dicta-dir”, es decir, la obra externa o resultado de aquello que ha padecido una acción, cambiándose el morfema, y fonema a la vez, “a”, por el morfema del verbo “haber”, “u”, que le da un carácter más personal y atribuible a la acción de un sujeto, que es el que “ha” o “tiene”.

 

 

6, L'arrel “tur”.-

 

Para acabar este trabajo de análisis de partículas, ya se les diga raíces o morfemas, y siguiendo a los mismo fonemas “t-u-r” en su valor semántico fundamental, tenemos la raíz “tor/tur” o “dor/dur”, que toma su significado conjunto de la unión de las significaciones de cada uno de los tres fonemas que lo componen: “t/d”, “o/u” y “r”. En este caso el valor es plenamente como lexema y no como morfema, como era el caso de las anteriores partículas. El valor semántico de “tur” es uno solo, básico y original, pero con gran cantidad de variaciones múltiples en sus diferentes aplicaciones a diferentes cosas, por lo que se forman gran cantidad de palabras diferentes.

 

Siempre he creído que dentro de “tur/tor” había un significado básico que giraba alrededor de la palabra “tor-n-ar” o “tor-c-er”, por ejemplo, con una idea básica de 'girar', 'volver', 'venir', etc., idea que coincide con el significado básico del verbo vasco “e-torr-i”, 'volver', al cual, si le quitamos los dos morfemas verbal del infinitivo, “e-” y “-i”, tan solo nos queda la raíz verbal “-tor-”, con el significado de 'volver' o 'tornar'. Esta idea de fácil captación se relaciona con muchas otras palabras de diferentes lenguas que también contienen la misma raíz “tor/tur”, como “tour”, 'vuelta' en francés, o “torr-e” del castellano y catalán, o “turn”, 'girar' del inglés.

 

Bien, aquí se trata de llegar al fondo de la semántica de la raíz “tor/tur” para saber si su significado reside en estos verbos: volver, tornar, venir, girar, etc., o tienen un significado aún más profundo y que puede llegar a alcanzar muchas más palabras que contienen la misma raíz. En primer lugar pondré una lista de palabras y sus diferentes orígenes etimológicos reconocidos, en donde queda claro su significado, que ya hemos citado:

  1. Torrefacto: latín “torrare”, con el mismo significado

  2. Tornar: latín “tornare”, 'trabajar al torno'

  3. Torno: griego “torno”, 'giro', 'vuelta'

  4. Tornillo: latín “tornare”

  5. Torna-vis: francés “tournevis”

  6. Turismo: francés “tour”, 'vuelta'

  7. Torcer: latín vulgar *torquere

  8. Tornado: inglés “tornado”

  9. Torbellino: latín “turbo”

 

En todas ellas vemos el mismo significado, a pesar de ser palabras de diferentes origenes: francés, inglés, latín, giego, … Pero hay otras palabras como: “torta”, “tortilla”,, “torre”, “torso”, “turrón”, etc., que también no parecen tener otro origen que la raíz “tor/tur”. Para muchos lingüistas, siguiendo la teoría de la convencionalidad del signo lingüístico, ni siquiera se plantean la idea de que puedan tener algo a ver entre si, a pesar de mantener una raíz fonética muy clara. Pero si nos basamos en el análisis semántico de los fonemas si que podemos llegar al significado básico debió tener esta raíz, y que une a todas las palabras citadas, aunque después pudieran adoptar significados variados y diferenciados.

 

De hecho, los significados de palabras como “torno” y el verbo “tornar”, semánticamente son muy diferentes: la primera es una herramienta y la segunda una acción de movimiento, pero nuestra inteligencia nos permite ver los trazos característicos que les son comunes: la herramienta “torno” se caracteriza por girar y hacer girar la pieza que en el se deposita, el movimiento “tornar” es un movimiento que, aunque en un primer momento pueda ser de ida, después gira y se invierte, volviendo al origen, es un movimiento de encuentro, de ir hacia el origen. Por lo tanto son dos palabras nacidas en un mismo contexto mental.

 

 

  1. El análisis de “tor/tur”.-

 

El análisis se debe hacer en base a dos raíces básicas que son las que se hayan aglutinadas en “tor/tur” que son: “(a)d-” y “or/ur”. La primera le he puesto una “(a)” inicial, pero que en la mayoría de las palabras se encuentra elíptica, detalle que he estudiado amplia y profusamente en mis trabajo sobre la raíz “at/ad”, motivo por el cual ya no entraré en profundidad. No obstante si encontramos palabras que han conservado esta “a-” inicial como son:

  1. Atolladero

  2. Adornar: del latín “adornare”, con igual significado

  3. Adorar: del latín “adorare”, con igual significado

O las palabras del léxico catalán:

  1. Atur: de un supuesto latín *atturare procedente en su raíz básica de “obturare”, 'tapar'

  2. Atorgar: del latín “auctoricare”, 'autorizar. Son definiciones de los diccionarios normativos, aunque de algunas palabras como esta discrepo del origen etimológico que proponen.

O las palabras del léxico vasco:

  1. Adore: 'ánimo', 'coraje'

  2. Adur: 'baba', 'suerte'

 

En principio todas son palabras con diferentes significados que, a veces, se hacen derivar de étimos o palabras de origen, que para mi, están equivocadas como en “auctor” o en “obturare”. Precisamente esta segunda, “obturare”, ya ha sufrido la pérdida de la “a-” inicial en su mismo origen, el latín, quedando la raíz “tur”, al cual se le pueden añadir algún prefijo, sean “a-” o sea “ob-”. En la palabra “auctor”, a parte de la no coincidencia con la palabra “atorgar” en su parte fonética (“au” que deriva a “a”, cuando lo lógico seria “o”), tampoco se corresponde en su vertiente semántica, porque la autoría no tiene lugar ni sentido en el hecho de 'dar', 'librar', 'otorgar'. Otras palabras derivadas de “autor” han conservado perfectamente el diptongo “au”, como en “autorizar”, o en “auto”, o en “auténtico” o en “autoría”, y, por lo tanto, esta evolución difiere totalmente de las normales que suelen llevar de “au” a “o”.

 

Así, pues, ¿cuales son los significados de las raíces primarias “at” y “ur”? “At”, como raíz que se encuentra en primer lugar tiene un sentido general y complementario respecto a la raíz siguiente, como si de un plano general se tratara respecto a un posterior primer plano. Esto en cuanto a su ubicación o valor sintáctico, que por ser la primera tiene este valor de complemento. Respecto a su valor semántico hay que analizar los dos fonemas: la “a”, como vocal que significa 'exterior', y la “t/d” que significa 'sobresalir', y que ambas en conjunto significan 'aquello que sobresale del exterior', es decir, aquello que estando en el exterior sale para acercarse hacia el sujeto, hacia el que tiene el punto de vista del relato. Podemos relacionarlo con otros sinónimos como son 'lo que se enfrenta', 'lo que esta en contra', 'lo que viene hacia nosotros, hacia nuestro encuentro, hacia nuestro interior', y por todo ello tienen palabras que no solo se relacionan sino que contienen la raíz: contra, tra-, adverso, entrar, taladra, ad-, incluso se obtienen significados como aquello que al entrar en algo, lo abre y provoca una abertura o partición, como en el verbo “(a)t-al-ar”.

 

En segundo lugar tenemos la raíz primaria “or/ur”, que por estar en segundo lugar, su valor sintáctico representa a lo nuclear, a lo principal, al plano de cerca que se enmarca en un plano general. Su significado semántico se compone de los dos significados de los fonemas que lo constituyen: la “o/u”, vocal que significa a lo individual, lo que está solo, aislado, lo propio de uno, y la “r”, con el sentido de aquello que corre, que se extiende, que circula por encima de la superficie de la tierra. En conjunto, “o/ur” quiere decir 'la corriente', igual que en el idioma vasco “ur” también quiere decir, más que 'agua', que también, 'corriente', siendo la del agua la más habitual aunque no la única, refiriéndose, también, al movimiento de las mismas personas.

 

En el caso de la palabra catalana “atur”, aunque también en la castellana “aturullar”, “-ur” se refiere al movimiento de algo, que se ve frenado por algo que se le opone, y aquí actúa el significado de “at·” en el sentido de 'en contra'. De aquí que también sea el significado de “ob-tur-ar” ya que conlleva la misma raíz, esta vez sin la “a-” inicial. Como después veremos al analizar otras palabras , el movimiento en contra da lugar a movimientos diversos, desde el de pararse (“aturar”), o al de girar, o al de volver, además de movimientos circulares, en remolino o torbellino.

 

Otra palabra, esta vez vasca, “adur”, 'baba', tiene su razón y explicación en que la 'baba' es un líquido o corriente que surgiendo de la boca es vuelta en contra de quien la saca, en un movimiento adverso al que seria de salida hacia afuera. De aquí su sentido de aplicación práctica a una cosa tan sencilla pero habitual como es la “baba”. Siguiendo con el vasco también la palabra “adore”, 'ánimo', se refiere al movimiento verbal o físico, que nos hace capaces de enfrentarnos a las adversidades, a aquellas realidades que no nos van a favor, sino en contra. Así pues es una corriente que nos permite enfrentarnos, plantar cara, a cualquier adversidad.

 

Lo mismo podemos decir de los significados de las palabras “adorar” o “adornar”, que se forman sobre verbos como ´”orar” y “ornar” más el prefijo “ad” que coincide perfectamente con la significación semántica como con la pronunciación fonética.

 

 

  1. Otros “tor/dor”.-

 

Una vez hemos visto el fundamento más etimológico de la raíz “tor/tur”, basado en su raíces primarias “at” y “ur”, podemos más fácilmente entender los origines y significados de de muchas palabras que, sin comportar un significado de 'girar', 'volver' o 'tornar', también se basan en este raíz, con toda su riqueza y diversidad semántica. Comenzaré con algunas palabras que los diccionarios etimológicos dan como de origen desconocido, y luego otras que aunque se conozaca su origen se desconoce su verdadero valor semántico que nos lleva a unos étimos anteriores de lengua preindoeuropea, posiblemente ibérica o vasca:

  1. Turrón, palabra que parece tener como vocal de la raiz “tor/tur” su variante más cerrada, aunque en catalán también pueda sonar como “torró” o, incluso “tarró”. Esta última parece tener que ver más con otras palabras como “tar-ta”, “tarr-ina” o “tarr-o”, que comparte un significado con “turrón” pero difiere básicamente en la vocal, por lo que el significado semántico varia substancialmente. “Turrón” se debe asociar con otras palabras como “torrar”, que aunque es inexistente en castellano, ya que existe “tostar”, si que hay algunas palabras derivadas suyas: “torrefacto”, “torrija”, etc., como “torta”, como “tortilla”, etc. Si nos fijamos en su denominador común semántico todas ellas se refieren a alimentos que su cocción se basa en poner en contacto el alimento, de forma aplanada, contra una superficie caliente que va asando por contacto una cara, que luego de girar, se calienta por la otra carta. Es, pues, de esta manera de “tostar” o “torrar” los alimentos que surgen los diferentes nombres de alimentos. Incluso la bofetada, hecha por contacto superficial de la pala de la mano contra la cara, toma el nombre de “torta´”, no como un sentido figurado, sino real y exacto del movimiento que da nombre a los alimentos, el ir contra una superficie sobre la cual se aplasta la comida, y que se cuece por contacto superficie contra una plancha caliente.

  2. Tenemos una palabra que en castellano se ha transformado su vocal en “e”, “estera”, cuando su etimología latina es “stora”, 'alfombra'. Su sentido queda claro en ser un tejido que se pone en el suelo, aplastado y plano sobre él. Su situación es 'contra' el suelo, tal y como hemos visto con los alimentos anteriores (torta, tortilla, turrón,...) y, por lo tanto, toma su nombre de esta situación

  3. Otra palabra más que nos revela la situación de una cosa es el verbo “dormir” en el sentido de algo que reposa o se extiende sobre el suelo, y que al igual que “estera” toma su nombre por la situación de depósito encima de algo, transfiriéndose más tarde el sentido actual de sueño o conciencia restringida en que entra el que esta durmiendo.

  4. Otra palabra, esta vez inglesa, es “store”, 'almacén', donde también queda claro su valor semántico de cosas que se sitúan sobre el suelo, depositadas y en contacto con él, y que de aquí se le diera el valor de lugar de almacenaje de las mercancías.

  5. Otra palabra, esta con origen latino, y muy parecida semánticamente a las anteriores, es “dorso”, del latino “dorsum”, 'espalda', ya que esta es la parte del cuerpo sobre la que nos acostamos, sobre la que dormimos, contra el suelo, o la “estera”. Incluso cuando “adosamos” o ponemos el “dorso” de una casa contra otra se refiere siempre a la parte que se une a otro “dorso” a otra superficie o pared sobre la cual se pega.

  6. Variando un poco el sentido semántico que hemos visto, de unión superficial o de adyunción, tenemos palabras que indican más el hecho de cambio de dirección de giro debido a un obstáculo que hace que el movimiento se vuelva circular. Tenemos un caso que se relaciona con “dorso” que es “torso” pero que no comprende únicamente la espalda, sino todo el tronco superior, con su superficie que gira en redondo, volviendo a su origen.

  7. Otros aspectos que produce el choque en una corriente, “ur”, contra un obstaculo, “at”, son los movimientos “turbulentos”, “que producen aguas “turbias”, o revueltas, movimientos “tormentosos”, “perturbaciones”, “disturbios”, etc., que “turban” el fluir continuo de una corriente, de una marcha. Cuando se refiere a los movimientos físicos y psíquicos de las personas tenemos movimientos “torpes”, “estorbos”, “aturdimientos”, etc., y cuando se refieren a los movimientos climáticos o de las corrientes se producen “tormentas”, “torbellinos”, “tornados”, “turbulencias”, etc. Son todas esas palabras derivadas de la raíz “tor/tur” con su significado básico de 'volver', 'tornar' o 'girar'.

 

Ya para finalizar solo algunas palabras más, de difícil agrupación con otras del mismo grupo semántico, aunque por ser muy conocidas me dan la oportunidad de ver la extensión semántica hacia la cual puede derivar el sentido básico y originario de la raíz “tor/tur”. Se trata de:

 

  1. “Door”, palabra inglesa que significa 'puerta', no tanto en su referencia al hueco por el que se entra o sale de un recinto, sino a la pieza de madera o otro material que cierra y abre ese hueco. Por lo tanto se trata de algo que nos impide el paso cuando se encuentra cerrada, y donde hay un enfrentamiento entre ella, como obstáculo, y aquel que quiere abrirla y poder pasar del interior al exterior o viceversa.

  2. Una segunda palabra es la latina “taurus”, evolucionada a “toro”, ya que es casi habitual que los diptongos “au” evolucionen a “o”, como en el francés, donde muchas palabras con este diptongo suenan “o”, “autre” > “otro”. Pero aun tratándose de una raíz “ata” en lugar de “at”, es evidente su parecido con las palabras que vengo analizando, ya que en segundo lugar tenemos, de forma indudable, la raíz “ur”. Si nos referimos al valor semántico de “taurus” o “toro” es bien evidente que se trata de un animal especialmente agresivo, a diferencia del buey que es más manso, y de un animal que suele embestir, atacar con su cornamenta a todo aquello que se mueve y llama su atención. Supongo que debido a ese instinto de embestir es que se puso ese nombre “ata-ur”, 'corriendo en contra'.

  3. Una tercera palabra es “torre”, palabra que designa a la construcción la característica de la cual es la de que sus paredes giran, son circulares, hasta cerrarse sobre ellas. Al constrario de la mayoría de los demás edificios, de planta cuadrada, la torre es de base circular, y su construcción es simple y muy utilizada para edificaciones de defensa, de vigilancia o simplemente, como edificaciones rurales, para guardar las herramientas del campo.

  4. Una cuarta y última seria “turba”, con sus dos significados coincidentes: el primero, de origen latino, referido a la muchedumbre que circula en sentido confuso y desordenado, con lo que tenemos una palabra más que describe los movimientos circulares, de choque, turbulentos, que describen movimientos de todo tipo, y en este caso, los movimientos de los grandes grupos de gente. Una segunda acepción es la que según el diccionario de la Real Academia Española, proviene del francés “tourbe” procedente del franco *turba, pariente de otras palabras del tronco anglosajón, como el alemán antiguo “zurba”, el inglés antiguo “turf” o el nórdico “torf”. Describe la materia orgánica, principalmente hierbas de prado, que por situarse en zonas húmedas y encharcadas produce un humus no del todo degradado y que, una vez secado, puede ser utilizada como combustible. Es un caso más de las palabras que describen las materias que son situadas encima del suelo, que quedan adheridas a el como si de una alfombra o “estera” se tratará, tal y como ya hemos visto al tratar de la palabra “estera”, “dormir” o “dorso”.

  1. Conclusiones.-

 

Una de las posibilidades de entronque de esta raíz “tor/tur” es la de compararla con otras en las que la única diferencia estriba en el cambio de la vocal “o/u” por otras (“a”, “e” o “i”), dandonos raíces muy extendidas y prolíficas como son: “tar”, “ter” y “tir”, de las que se derivan tantas y tantas palabras, que comparten un cierto significado común, debido a las dos consonantes comunes, pero en las que varia el significado decisivo que le da la vocal. Este seria un método para confirmar el valor semántico de la raíz, el variar un fonema para ver las otras raíces resultantes si varia en función del valor semántico del fonema cambiado. Tendríamos, pues, además de las raíces antes citada, otras del tipo: “mor”, “sor”, “kor”, etc. o del tipo: “tol”, “mol”, “”rol”, “bol”, etc. Este hecho refuerza el valor semántico de cada fonema y, a la vez, de las raíces que se pueden ir desprendiendo de su combinación.

 

Hemos podido ver, también, como según se hayan podido constituir las raíces, o si estas han adquirido un valor más morfemático, dando lugar a desinencias, prefijos, sufijos, etc., han ido dando lugar a la construcción de morfemas actuales de nuestra lengua castellana, así como también de otras lenguas, con un valor determinado o otro. También cuando han actuado como simples raíces, y no morfemas ni afijos, la variedad de las palabras que se derivan son muy numerosas pero todas ellas se pueden agrupar en torno a sus significados básicos, que en último extremo son los significados básicos de cada uno de los fonemas que forman parte de las raíces y morfemas.

 

Es, pues, el método de análisis semántico un método nuevo para poder ver las relaciones que hay entre palabras en base a su significación, primero concreta y relacionada con los nombres de las cosas, pero en una segunda profundización, un acercamiento entre palabras aparentemente diferentes pero que guardan su significación básica aplicada a cada caso concreto, a las características más sobresalientes de las cosas, por lo cual vemos que cosas aparentemente muy diferentes se asemejan por esa característica común a otras muchas cosas.

     

     

     

 

 

 

1 comentario

Pep -

està molt bé aquesta pàgina